divendres, 6 de juliol del 2012

Capitulo 2. (2012)


2012.
-       Ana…
-       Mama, ¿me has llamado?
-       No. ¿Por?
-       A no me lo había parecido.
-       Ana…escúchame…
-       ¿Quién eres, te conozco?
-       Ana…necesito ayuda…
-       ¿Cómo, que ayuda, quién eres?

Nada, ni una sola respuesta. Silencio. Este era uno de esos silencios incomodos, feos, de los que más odiaba. Hay muchos silencios unos cómodos y aptos para la situación y otros odiosos, que no encajan, que incluso molestan, que no sabes que decir y te sientes mal.
Me quedo pensando. No entiendo nada. Solo hay una persona que pueda entender todo esto a la perfección y ese es Iván. Solo él podría encontrar una explicación lo suficiente razonable para esto.

Iván era mi mejor amigo, y al igual que yo, tenía un don. Igualmente nos hacíamos con todos los de nuestra escuela. Simplemente por qué no sabían que teníamos estos “súper poderes” si es que podemos llamarlo así. Ivi (así es como llamo a Iván) tiene un don diferente al mío. Él no puede leer mentes, pero a diferencia él puede hablar con los muertos.
Salgo de casa. Rápido. Tengo prisa, quiero llegar lo antes posible a la Calle Paraíso Nº22. Allí vive Iván. Llego a su casa al cabo de 10 minutos. Me paro justo delante de su casa, en silencio. No puedo llamar al timbre. Algo me lo impide, pero no sé lo que es. No puedo mover las piernas. Estoy atrapada. Justo en ese instante, se me aparece un recuerdo, pero no mío, ni de nadie que yo conozca. Me quedó observando maravillada. Es impresionante. Son dos personas, de 16 años. Curioso. Están hablando. Se quieren pero simplemente son amigos. Se llaman Al, y la chica… No sale como se llama la chica. Hay un escenario. ¿Qué es todo esto?

-       Ana…
-       ¿Hola, quién eres?
-       Ayúdame.
-       ¿A qué?
-      
Otra vez, silencio. ¿Por qué? No entiendo nada. Entonces lo tengo decidido  y sin darme cuenta, ya he llamado al timbre.

-       Ana. Pasa. ¿Qué ha pasado?
-       Vaya hombre Ana, cuánto tiempo.-.Su madre la típica falsa, que te va de buenas, sé que me odia, pero siempre saca esa estúpida sonrisa como si le cayera muy bien. La odio.-
-       Hola Marta. ¿Qué tal estás?
-       Muy bien.
-       Mamá déjala. Nos vamos a mi habitación, ¿vale?
Subimos las escaleras, y sin acabarlo de querer del todo le leo la mente. Es curioso, está preocupado. Sigo escuchando. Teme que me haya pasado algo malo. Pobrecito. ¡Que majo! Llegamos a su habitación.
-       Bien cuéntame, ¿Qué ha pasado?
-       Pues mira. Es curioso. Pero de repente he empezado a sentir una voz, varias veces, que decía mi nombre y me pedía ayuda. No entiendo nada, ya que cuándo le iba a pedir en que necesitaba ayuda o quién era no respondía nada tan solo silencio.
-       Ajá, entiendo. ¿Quién puede ser?
-       Eso mismo me pregunto yo.

Iván vivía donde antiguamente, hacia muchos años, había vivido mi abuela, y también mi bisabuela. Él puede si quiere, ponerse en contacto con ellas. Nunca llegué a conocerlas. Pero por lo qué dice mamá, ella tampoco pudo conocer a su abuela, y a duras penas, a su madre. Pero de lo poco que mamá recuerda, siempre ha hablado muy bien de ella.
Se quedó pensando. Intentando encontrar una solución, o por lo menos una respuesta a todo esto. Entonces…

-       Hola Chicos. ¿Queréis algo para comer?
-       Hola, Marta. –Cotilla- Pensé.
-       Mamá no queremos nada. Gracias.
-       Bueno chicos si queréis algo estaré abajo. 
-       Iván sería mejor que nos fuéramos, ¿no crees?
-       Sí, quizá sí.

Entonces sí, abrimos la puerta. Y allí sin decir nada, y haciendo el pena, estaba Marta. Levantada. Sin saber muy bien, que decir o qué hacer. Iván estaba cabreado, pero como estaba yo, no quería decir nada. Todo y qué me miro, y rápidamente supo que le estaba leyendo la mente. Entonces decidí comunicarme con él.

-       ¿Qué hacemos?
-       ¿Cómo consigues hacer eso?
-       No pienses en eso ahora. Tenemos a tu madre delante, decide, qué hacer. O diré algo no muy bueno, yo.
-       No mejor qué tú no. Espérate.
-       Tardas…
-       Ana, por favor, espérate.
-       Tienes 1 minuto. Y el tiempo empieza ya.
-       Me cago en ti, Ana.
-       Yo también te quiero Iván.

Me miró con una cara, que si las miradas matasen, no solo estaría muerta, sino que asesinada y todo. Pero era por el bien de Marta, y él lo sabía. Por eso, tan solo por eso, no me quería matar del todo. Aún no sabía que decirle estaba nervioso. Y el tiempo pasaba.

-       Mamá, me puedes explicar, ¿Qué narices haces aquí?
-       Hijo…yo…te lo puedo explicar.
-       No quiero que me expliques nada, ¿me has entendido?

En ese momento un nuevo recuerdo vino a mi mente. Otra vez de desconocidos. Esta vez, pero, el escenario era exactamente igual. Pero con la chica del recuerdo anterior. Curioso, ¿Quién debía ser? Escuchando la voz la reconocí. Era la mujer que chillaba mi nombre, y me pedía ayuda. ¿Quién era? Iván se sobresaltó. Vio a alguien, y por ese motivo, me obligo a ponerme en contacto mentalmente con él.

-       Ana, ¿has visto el mismo recuerdo que yo?
-       Así es. Me temo. ¿Sabes quién puede ser? Precisamente de eso quería hablar. ¿La conoces?
-       La conozco, y tú deberías. ¿No la reconoces? Fíjate bien, ¿a quién te recuerda?
-       Pues no sé. Su cara me parece familiar, pero ahora mismo no consigo saber quién es. ¿La he visto nunca?
-       Familiar, normal. Es tu bisabuela. ¿No lo ves? Tu abuela es una calcomanía.
-       Sí, tienes razón. Larguémonos de aquí, hablar así no es agradable.

En ese momento, me fui a mis pensamientos. Tan solo existía yo. Solo yo. Mi estado físico estaba allí, y andaba siguiendo a Iván, pero era imposible responder en ese momento. Así que mi bisabuela, necesitaba ayuda. ¿Por qué, por qué yo? No entiendo nada. Esta la abuela que también tiene estos poderos. Los mismos. Exactamente los mismos. Creo que necesitaba hacer una visita a mi abuela.

-       Iván, escúchame. Tengo que hablar con mi abuela.
-       ¿Cuál, la viva o la muerta?
-       La muerta.
-       Eso implicará que necesitarás mi ayuda, ¿cierto?
-       Mucho. Pero yo te podré leer la mente, y escuchar toda la conversación.
-       Me parece bien.
-       Pues vamos, el cementerio nos espera.
-       ¿Sabes el número de su tumba?
-       Claro, el número 218.
-       Me encanta tu memoria, me encantas tú.
-       Tampoco hay para tanto, es normal. –Me sonrojé-.
-       No hacía falta que te sonrojarás.
-       Iván, una pregunta que me viene a la mente. ¿Por qué, mi bisabuela, prefiere ponerse en contacto conmigo, en vez de con mi madre?
-       Pues no lo sé.

En verdad sí que lo sabía. Perfectamente lo sabía. Pero no se lo podía decir a Ana, así tan tranquilo, se enfadaría. La conozco demasiado. La estuve siguiendo, hasta el cementerio. Podemos decir, que ella llevaba, el ritmo, la velocidad. Estaba nerviosa. Íbamos hacia el cementerio para buscar respuesta a una cosa que yo conocía perfectamente, eso me hacía sentir mal, pero sabía que lo hacía bien.  Al llegar al cementerio, nos encontraríamos con Carmen (su abuela) y ella me miraría, i en seguida sabría que nunca he dicho su secreto. Pero hace tiempo, me lo había dicho. No se lo podía decir, o su vida correría peligro, y eso no me apetecía para nada. Pero así era su vida. El destino lo había previsto así. Llegamos. Solo deseaba, que no me hubiese leído la mente. Parecía que no, estaba concentrada, pensando no sé qué. Bien.

-       Bueno, pues yo aquí ya no puedo hacer más te toca.
-       Así es. Concentración.
Bien, ahora no podía pensar. O me descubriría. Así qué. Concentración.
-       Carmen, ¿estás ahí?
-       Así es.
-       Bien. Primero de todo, Ana está escuchando la conversación, gracias a la mente.
-       Lo sé. Tranquilo.
Bien. Menos preocupación.
-       Ana, ¿Qué quieres decirle?
-       Pregúntale por qué mi bisabuela, me pregunta a mí.
-       De acuerdo.

Me volví a poner en contacto con Carmen. Le expliqué todo, detalladamente. No se sorprendió. Sabía lo mismo que yo, por lo tanto no se sorprendió. Entonces consiguió hacer una cosa, que ella no nos pudiera leer la mente. Y funciono. Se quedó como en blanco. Como si no estuviera. Ausente. Incluso me espanté.

-       No te espantes, está bien. Simplemente es precaución.
-       Entiendo. Pero esta como ausente.
-       Un recuerdo simplemente.
-       Entiendo. Carmen, cuándo se lo diremos, no podré aguantar mucho más.
-       Tienes que hacerlo y lo sabes. O ella correrá peligro. Tenemos que protegerla. Entiéndeme.
-       Si ya lo sé. ¿Pero qué le digo?
-       Pues nada, en especial. Dile que…por qué es especial. No le comentes nada. No debe saberlo, recuérdalo. Hoy me reuniré con todas, y decidiremos cuándo. Será pronto prepárate.
-       De acuerdo. Ahora devuélvemela por favor.
-       Si, tranquilo, está bien.
-       Lo sé… pero me da cosa. Entiéndeme.

Entonces volvió como arte de magia sin entender nada. Mirándome, extrañada. No conseguía entender por qué había tenido ese sueño, le había mentido. Le dije en ese momento que se había ido y no había podido hablar con ella. Me creyó. Suerte.

Eso fue lo que pensó Iván, durante todo ese rato, pero Ana, pensó todo el rato una cosa diferente. Concentrada en el recuerdo, mientras Iván y Carmen mantenían una conversación, la cual Ana, no podía escuchar.

Íbamos de camino hacia el cementerio, yo llevaba el ritmo, Iván iba detrás de mí sin decir nada. Ausente en sus propios pensamientos. No le quise ni podía leerle la mente. Algo me lo impedía. Era curioso. Nunca me había pasado algo parecido. Seguía caminando. Llegamos. Delante de la puerta del cementerio, quieta.

-       Bueno, pues yo aquí ya no puedo hacer más te toca.
-       Así es. Concentración.

Me preparé para escucharlo. Dio la señal de que se había puesto en contacto. Escuché.

-       Carmen, ¿estás ahí?
-       Así es.
-       Bien. Primero de todo, Ana está escuchando la conversación, gracias a la mente.
-       Lo sé. Tranquilo.

¿Que había querido decir? No entiendo esto. Mi abuela delante de mí. ¿Acaso han hablado antes? No me preocupé más.

-       Ana, ¿Qué quieres decirle?
-       Pregúntale por qué mi bisabuela, me pregunta a mí.
-       De acuerdo.

Entonces se puso en contacto con ella, así como si nada. Le explico toda la historia, ya que ella, no sabía nada. Y así se lo pidió por favor. Yo escuchaba atentamente, no me quería perder nada. Pero estaba perdiendo fuerzas. Estaba manteniendo demasiado contacto con su mente. Eso me debilitaba. Pero al final resultó no ser una máxima atención, sino lo que sucedió, fue que nuevamente, un recuerdo vino a mi mente. Curioso. Muy curioso.  1950, ese era el año del recuerdo. Una chica de 16 años. Con un libro, viejo muy viejo. De repente lee algo, le impresiona, sigue leyendo apresuradamente, como si le fuera la vida. Empieza a buscar información. Hasta que decide ir a buscar alguien más. Espera. Esa es la abuela del Iván. Por lo tanto… ¡ella es mi abuela! Sigo mirando prestando mucha atención. Mi sueño de momento es poder algún día poder llegar a escuchar las mentes de los recuerdos y/o sueños. Así que me concentré. Al máximo. Intenté escuchar sus mentes. Pero de repente volví.

-       ¿Qué ha pasado, has podido hablar con ella?
-       No, se marchó. Y encima tú te quedaste como ausente. ¿Qué te ha pasado?
-       Nada, un recuerdo. Sólo eso.
-       No me vuelvas a espantar así.
-       Tranquilo, me creía que ya te habías acostumbrado.
-       No aún no.
-       Bueno, cambiando de tema. ¿Por qué se ha ido?
-       No lo sé. Otro día lo intentamos. Hoy estoy muerto.

Aun no entiendo por qué pero le creí. Podía ser suficientemente real, que se fuera. Al fin y al cabo son fantasmas, con una vida diferente. No le expliqué nada del recuerdo. Tenía otros planes en mente.

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