2012.
- Ana…
- Mama, ¿me has llamado?
- No. ¿Por?
- A no me lo había parecido.
- Ana…escúchame…
- ¿Quién eres, te conozco?
- Ana…necesito ayuda…
- ¿Cómo, que ayuda, quién eres?
Nada, ni una sola
respuesta. Silencio. Este era uno de esos silencios incomodos, feos, de los que
más odiaba. Hay muchos silencios unos cómodos y aptos para la situación y otros
odiosos, que no encajan, que incluso molestan, que no sabes que decir y te sientes
mal.
Me quedo pensando. No
entiendo nada. Solo hay una persona que pueda entender todo esto a la
perfección y ese es Iván. Solo él podría encontrar una explicación lo
suficiente razonable para esto.
Iván era mi mejor amigo, y al igual que yo, tenía un don. Igualmente nos
hacíamos con todos los de nuestra escuela. Simplemente por qué no sabían que
teníamos estos “súper poderes” si es que podemos llamarlo así. Ivi (así es como
llamo a Iván) tiene un don diferente al mío. Él no puede leer mentes, pero a
diferencia él puede hablar con los muertos.
Salgo de casa. Rápido.
Tengo prisa, quiero llegar lo antes posible a la Calle Paraíso Nº22. Allí vive
Iván. Llego a su casa al cabo de 10 minutos. Me paro justo delante de su casa,
en silencio. No puedo llamar al timbre. Algo me lo impide, pero no sé lo que
es. No puedo mover las piernas. Estoy atrapada. Justo en ese instante, se me
aparece un recuerdo, pero no mío, ni de nadie que yo conozca. Me quedó
observando maravillada. Es impresionante. Son dos personas, de 16 años.
Curioso. Están hablando. Se quieren pero simplemente son amigos. Se llaman Al,
y la chica… No sale como se llama la chica. Hay un escenario. ¿Qué es todo
esto?
- Ana…
- ¿Hola, quién eres?
- Ayúdame.
- ¿A qué?
- …
Otra vez, silencio. ¿Por
qué? No entiendo nada. Entonces lo tengo decidido y sin darme cuenta, ya he llamado al timbre.
- Ana. Pasa. ¿Qué ha pasado?
- Vaya hombre Ana, cuánto tiempo.-.Su madre la típica
falsa, que te va de buenas, sé que me odia, pero siempre saca esa estúpida
sonrisa como si le cayera muy bien. La odio.-
- Hola Marta. ¿Qué tal estás?
- Muy bien.
- Mamá déjala. Nos vamos a mi habitación, ¿vale?
Subimos las escaleras, y
sin acabarlo de querer del todo le leo la mente. Es curioso, está preocupado.
Sigo escuchando. Teme que me haya pasado algo malo. Pobrecito. ¡Que majo!
Llegamos a su habitación.
- Bien cuéntame, ¿Qué ha pasado?
- Pues mira. Es curioso. Pero de repente he empezado a
sentir una voz, varias veces, que decía mi nombre y me pedía ayuda. No entiendo
nada, ya que cuándo le iba a pedir en que necesitaba ayuda o quién era no
respondía nada tan solo silencio.
- Ajá, entiendo. ¿Quién puede ser?
- Eso mismo me pregunto yo.
Iván vivía donde
antiguamente, hacia muchos años, había vivido mi abuela, y también mi
bisabuela. Él puede si quiere, ponerse en contacto con ellas. Nunca llegué a
conocerlas. Pero por lo qué dice mamá, ella tampoco pudo conocer a su abuela, y
a duras penas, a su madre. Pero de lo poco que mamá recuerda, siempre ha
hablado muy bien de ella.
Se quedó pensando.
Intentando encontrar una solución, o por lo menos una respuesta a todo esto.
Entonces…
- Hola Chicos. ¿Queréis algo para comer?
- Hola, Marta. –Cotilla- Pensé.
- Mamá no queremos nada. Gracias.
- Bueno chicos si queréis algo estaré abajo.
- Iván sería mejor que nos fuéramos, ¿no crees?
- Sí, quizá sí.
Entonces sí, abrimos la
puerta. Y allí sin decir nada, y haciendo el pena, estaba Marta. Levantada. Sin
saber muy bien, que decir o qué hacer. Iván estaba cabreado, pero como estaba
yo, no quería decir nada. Todo y qué me miro, y rápidamente supo que le estaba
leyendo la mente. Entonces decidí comunicarme con él.
- ¿Qué hacemos?
- ¿Cómo consigues hacer eso?
- No pienses en eso ahora. Tenemos a tu madre delante,
decide, qué hacer. O diré algo no muy bueno, yo.
- No mejor qué tú no. Espérate.
- Tardas…
- Ana, por favor, espérate.
- Tienes 1 minuto. Y el tiempo empieza ya.
- Me cago en ti, Ana.
- Yo también te quiero Iván.
Me miró con una cara,
que si las miradas matasen, no solo estaría muerta, sino que asesinada y todo.
Pero era por el bien de Marta, y él lo sabía. Por eso, tan solo por eso, no me
quería matar del todo. Aún no sabía que decirle estaba nervioso. Y el tiempo
pasaba.
- Mamá, me puedes explicar, ¿Qué narices haces aquí?
- Hijo…yo…te lo puedo explicar.
- No quiero que me expliques nada, ¿me has entendido?
En ese momento un nuevo
recuerdo vino a mi mente. Otra vez de desconocidos. Esta vez, pero, el
escenario era exactamente igual. Pero con la chica del recuerdo anterior.
Curioso, ¿Quién debía ser? Escuchando la voz la reconocí. Era la mujer que chillaba
mi nombre, y me pedía ayuda. ¿Quién era? Iván se sobresaltó. Vio a alguien, y
por ese motivo, me obligo a ponerme en contacto mentalmente con él.
- Ana, ¿has visto el mismo recuerdo que yo?
- Así es. Me temo. ¿Sabes quién puede ser? Precisamente de
eso quería hablar. ¿La conoces?
- La conozco, y tú deberías. ¿No la reconoces? Fíjate bien,
¿a quién te recuerda?
- Pues no sé. Su cara me parece familiar, pero ahora mismo
no consigo saber quién es. ¿La he visto nunca?
- Familiar, normal. Es tu bisabuela. ¿No lo ves? Tu abuela
es una calcomanía.
- Sí, tienes razón. Larguémonos de aquí, hablar así no es
agradable.
En ese momento, me fui a
mis pensamientos. Tan solo existía yo. Solo yo. Mi estado físico estaba allí, y
andaba siguiendo a Iván, pero era imposible responder en ese momento. Así que
mi bisabuela, necesitaba ayuda. ¿Por qué, por qué yo? No entiendo nada. Esta la
abuela que también tiene estos poderos. Los mismos. Exactamente los mismos.
Creo que necesitaba hacer una visita a mi abuela.
- Iván, escúchame. Tengo que hablar con mi abuela.
- ¿Cuál, la viva o la muerta?
- La muerta.
- Eso implicará que necesitarás mi ayuda, ¿cierto?
- Mucho. Pero yo te podré leer la mente, y escuchar toda la
conversación.
- Me parece bien.
- Pues vamos, el cementerio nos espera.
- ¿Sabes el número de su tumba?
- Claro, el número 218.
- Me encanta tu memoria, me encantas tú.
- Tampoco hay para tanto, es normal. –Me sonrojé-.
- No hacía falta que te sonrojarás.
- Iván, una pregunta que me viene a la mente. ¿Por qué, mi
bisabuela, prefiere ponerse en contacto conmigo, en vez de con mi madre?
- Pues no lo sé.
En verdad sí que lo
sabía. Perfectamente lo sabía. Pero no se lo podía decir a Ana, así tan
tranquilo, se enfadaría. La conozco demasiado. La estuve siguiendo, hasta el
cementerio. Podemos decir, que ella llevaba, el ritmo, la velocidad. Estaba
nerviosa. Íbamos hacia el cementerio para buscar respuesta a una cosa que yo
conocía perfectamente, eso me hacía sentir mal, pero sabía que lo hacía
bien. Al llegar al cementerio, nos
encontraríamos con Carmen (su abuela) y ella me miraría, i en seguida sabría
que nunca he dicho su secreto. Pero hace tiempo, me lo había dicho. No se lo
podía decir, o su vida correría peligro, y eso no me apetecía para nada. Pero
así era su vida. El destino lo había previsto así. Llegamos. Solo deseaba, que
no me hubiese leído la mente. Parecía que no, estaba concentrada, pensando no
sé qué. Bien.
- Bueno, pues yo aquí ya no puedo hacer más te toca.
- Así es. Concentración.
Bien, ahora no podía
pensar. O me descubriría. Así qué. Concentración.
- Carmen, ¿estás ahí?
- Así es.
- Bien. Primero de todo, Ana está escuchando la
conversación, gracias a la mente.
- Lo sé. Tranquilo.
Bien. Menos
preocupación.
- Ana, ¿Qué quieres decirle?
- Pregúntale por qué mi bisabuela, me pregunta a mí.
- De acuerdo.
Me volví a poner en
contacto con Carmen. Le expliqué todo, detalladamente. No se sorprendió. Sabía lo
mismo que yo, por lo tanto no se sorprendió. Entonces consiguió hacer una cosa,
que ella no nos pudiera leer la mente. Y funciono. Se quedó como en blanco.
Como si no estuviera. Ausente. Incluso me espanté.
- No te espantes, está bien. Simplemente es precaución.
- Entiendo. Pero esta como ausente.
- Un recuerdo simplemente.
- Entiendo. Carmen, cuándo se lo diremos, no podré aguantar
mucho más.
- Tienes que hacerlo y lo sabes. O ella correrá peligro.
Tenemos que protegerla. Entiéndeme.
- Si ya lo sé. ¿Pero qué le digo?
- Pues nada, en especial. Dile que…por qué es especial. No
le comentes nada. No debe saberlo, recuérdalo. Hoy me reuniré con todas, y
decidiremos cuándo. Será pronto prepárate.
- De acuerdo. Ahora devuélvemela por favor.
- Si, tranquilo, está bien.
- Lo sé… pero me da cosa. Entiéndeme.
Entonces volvió como
arte de magia sin entender nada. Mirándome, extrañada. No conseguía entender
por qué había tenido ese sueño, le había mentido. Le dije en ese momento que se
había ido y no había podido hablar con ella. Me creyó. Suerte.
Eso fue lo que pensó
Iván, durante todo ese rato, pero Ana, pensó todo el rato una cosa diferente.
Concentrada en el recuerdo, mientras Iván y Carmen mantenían una conversación,
la cual Ana, no podía escuchar.
Íbamos de camino hacia
el cementerio, yo llevaba el ritmo, Iván iba detrás de mí sin decir nada.
Ausente en sus propios pensamientos. No le quise ni podía leerle la mente. Algo
me lo impedía. Era curioso. Nunca me había pasado algo parecido. Seguía
caminando. Llegamos. Delante de la puerta del cementerio, quieta.
- Bueno, pues yo aquí ya no puedo hacer más te toca.
- Así es. Concentración.
Me preparé para
escucharlo. Dio la señal de que se había puesto en contacto. Escuché.
- Carmen, ¿estás ahí?
- Así es.
- Bien. Primero de todo, Ana está escuchando la
conversación, gracias a la mente.
- Lo sé. Tranquilo.
¿Que había querido
decir? No entiendo esto. Mi abuela delante de mí. ¿Acaso han hablado antes? No
me preocupé más.
- Ana, ¿Qué quieres decirle?
- Pregúntale por qué mi bisabuela, me pregunta a mí.
- De acuerdo.
Entonces se puso en contacto con ella, así como si nada. Le explico toda la
historia, ya que ella, no sabía nada. Y así se lo pidió por favor. Yo escuchaba
atentamente, no me quería perder nada. Pero estaba perdiendo fuerzas. Estaba
manteniendo demasiado contacto con su mente. Eso me debilitaba. Pero al final
resultó no ser una máxima atención, sino lo que sucedió, fue que nuevamente, un
recuerdo vino a mi mente. Curioso. Muy curioso.
1950, ese era el año del recuerdo. Una chica de 16 años. Con un libro,
viejo muy viejo. De repente lee algo, le impresiona, sigue leyendo
apresuradamente, como si le fuera la vida. Empieza a buscar información. Hasta
que decide ir a buscar alguien más. Espera. Esa es la abuela del Iván. Por lo
tanto… ¡ella es mi abuela! Sigo mirando prestando mucha atención. Mi sueño de
momento es poder algún día poder llegar a escuchar las mentes de los recuerdos
y/o sueños. Así que me concentré. Al máximo. Intenté escuchar sus mentes. Pero
de repente volví.
- ¿Qué ha pasado, has podido hablar con ella?
- No, se marchó. Y encima tú te quedaste como ausente. ¿Qué
te ha pasado?
- Nada, un recuerdo. Sólo eso.
- No me vuelvas a espantar así.
- Tranquilo, me creía que ya te habías acostumbrado.
- No aún no.
- Bueno, cambiando de tema. ¿Por qué se ha ido?
- No lo sé. Otro día lo intentamos. Hoy estoy muerto.
Aun no entiendo por qué
pero le creí. Podía ser suficientemente real, que se fuera. Al fin y al cabo
son fantasmas, con una vida diferente. No le expliqué nada del recuerdo. Tenía
otros planes en mente.
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